Canto - V

  -He soñado con ella.
  -¿Y eso? -preguntó abriendo mucho los ojos comprensivos.
  -Al principio estaba, no sé, bien. Mejor. Estaba en un sofá, no en la cama. Acababa de llegar y me habían dicho que había acabado en paz, etcétera. Y yo me quedé en plan... pero si está ahí, está bien, tumbada en el sofá. Entré en la habitación y me hizo una señal para que me acercara. Me fijé que no estaba tapada en una manta, estaba envuelta en ella. Recuerdo que en el sueño pensé, "ah, no es una manta. Es un sudario". Me acerqué más y empecé a tener ganas de llorar porque a la vez estaba comprendiendo; pero ella sonrió y recuerdo que de alguna forma sacó un brazo para cogerme de la mano y me dijo "no te preocupes. Estoy bien. Estoy a gusto". Creo que hablamos algo más y que iba y venía alguien, pero no recuerdo bien. Sé que me siguió hablando o repitiendo eso y con el tiempo iba teniendo peor aspecto hasta que parecía peor que la última vez que la vi. Estaba ya como muerta, como con sólo piel por encima de los huesos, más apretada en la manta, pero seguía diciendo aunque muy débil que no me preocupase, que estaba bien.
  -Lo siento...
  -No sé, no lo pasé muy mal hasta que me desperté. Me quedé como un momento pensando en el sueño, dándome cuenta de qué había vivido y ahí, evidentemente, me eché a llorar como un gilipollas. Al par de días me acordé otra vez y otra vez me rompí. Pero, no sé, al final siempre se me queda como una sonrisa amarga porque, de todas formas es lo que me decía, que no me preocupase, que estaba bien. Aunque sé que cuando la vi no estaba bien, no estaba a gusto, estaba cabreada. También me parece de puta madre. Ardió, como en el poema. De rabia.

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