Through Birnam Wood


  Esta canción me recuerda brutalmente al Bosque de Birnam de Fiasco, de Stanislav Lem.
  La opresión mental de adentrarse en un bosque de inconsistente fibra de cristal, de nieve irisada, de escamas de hielo de extraños elementos, todo regurgitado por innumerables e invisibles géiseres atronadores. Un bosque que avanza y retrocede con las idas y venidas de los extraños ciclos del corazón de un mundo ajeno a todo lo que conocemos... Puedes sentir, casi, la presión de la luz encerrada en la jaula de tantas toneladas de etéreo cristal sobre tu cabeza en una nube-selva tan grande, tan vasta, que no puedes siquiera imaginar sus verdaderas proporciones.
  A veces, tal vez, nos veamos encerrados de pronto en bosques semejantes, sin saber a ciencia cierta si el bosque ha venido a nosotros o nosotros a él. Pero ahí estamos, rodeados de agujas y cuchillas, de luz y de suavidad, atraídos y repulsados, sin poder concretar en ningún momento si hemos llegado por nuestro propio pie y decisión o si la brillante telaraña ha corrido para tejer en nuestro derredor sus frágiles y pesados velos. Nuestras decisiones y las del bosque nos parecen, por igual, veladas.
  Pero no hay por qué preocuparse, porque el bosque se acaba, la luz se abre paso a través de una de sus miles de simas, la cascada de cristal se avalancha sobre nuestras cabezas, el peso de cien siglos de silencio blanco cae con un atronador crujido de nieve seca. Cerramos los ojos, dejándonos llevar. Y ahí llega el instante crucial, el único que importa, en que los volvemos a abrir para comprobar si al fin hemos sido liberados de este infierno sin sombras...
  Pero para qué engañarnos, es un bosque que puede andar, si hemos salido, podremos volver pronto, si no, quién sabe...

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