Capítulo Segundo: De cómo conocí a las graciosas sombras.


   Las películas me introdujeron a esa extraña sensación de contemplar lugares apartados del uso humano durante muchas vidas. Me refiero a caminar por un bosque de álamos quejumbrosos, agacharse y descubrir, apartando la hojarasca, el epitafio cruzado de la lápida de un caballero olvidado. El chirriar de una puerta que se abre a un espacio frío, quieto y que hace ya décadas o siglos que entró en la lenta espiral del decaimiento material. Mármol nublado, tapices raídos, madera gris, polvo omnipresente, libros de lomos desgastados, velas incrustadas a las tablas por una capa de abigarrada cera e ilegibles glifos y arcanos diagramas inscritos a pluma en un pesado volumen.
   Esta pasión me ha acompañado toda la vida y siempre lo hará por lo que puedo comprobar. Un hondo sobrecogimiento que me corta la respiración al visualizar sobre mi cabeza las cámaras ignotas, inabarcables e inexploradas de una necrópolis subterránea. Un lugar sellado, prácticamente inaccesible, al que nadie ha llegado en una escala de tiempo difícil de imaginar, cargado de probables historias oscuras y secretas, dolorosos recuerdos que siguieron a una sincera etapa de gloria y esplendor dorados.
   Conocí esto primero y ahora supongo que el resto es en gran medida inevitable. Ahondando en la perdida historia de esos lugares llego a la magnífica ascensión de un Imperio mundial o de un héroe implacable y absolutamente justo. Después, a la caída en desgracia de estas y más esperanzas y maravillas; la negra caída al caos y la muerte de una raza, una nación, una ciudad, una persona. El veneno que coagula y necrosa la materia viva, la oscura desaparición en el anónimo frío abisal, la sangre que cae a la roca y allí se incrusta y oscurece hasta que una antorcha casual ilumina los restos de la inevitable caída.

   Todo sigue, como una cadena de causas y consecuencias.

   Adoro absolutamente el cuarto de Níniel, por ejemplo. Y no sólo por lo material que contiene, que de por sí es razón suficiente. Lo mismo que percibo al recrear la sombría necrópolis o el chapitel de Lovecraft, lo siento cuando recuerdo ese cuarto. Más, sin embargo, amable y positivamente, por supuesto. Cada libro, cada mueble, cada artefacto y objeto rebosa un conocimiento, una cantidad de sentimientos y de recuerdos que me abruman por su peso y sinceridad. La perfección de los dibujos, la calidez de los olores y las luces, la correcta incorrección de propaganda política y posters de música. Nada es eventual en ese cuarto, desde luego que no.
   El pozo de negrura que es un monolito alienígena, la polvorosa y fría soledad que respira una nave espacial abandonada, el terror abismal que rodea a un ente ancestral y de origen cósmico, la afectada y petrificante mirada del ser de otro mundo que, como tú y como yo, lucha contra el universo por alargar su propia existencia… Podría enumerar una lista, pero para los que me conozcan lo suficiente, que serán los que finalmente leerán esto, les sobra con lo ya expuesto. La lista sería, al fin y al cabo, como leí en un buen libro, “infinita, o tan cercana al infinito que realmente no importa”.
   Todo esto representa, en conjunto, el reverso oscuro de mi estructura de gustos y sentires estéticos y, casi, existenciales. No es sorpresa, pues, para mí, verme totalmente identificado en algunos de los aspectos cruciales con coincidentes, cognados sociales ya conocidos. Por la fuerza de todos estos gustos o por la de la inercia que representan, la preferencia del negro sobre otros colores, el interés por “los pinchos”, los “collares de perro” y demás amargos tentáculos del estereotipo gótico no son en absoluto un susto. Disfruto, además, reforzando esto con simple lucha racional. ¿Por qué será peor un collar de pinchos que un una corbata, o un corsé que un polo Lacoste? No existen proposiciones racionales a las que asirse para atacar a un gótico por sus decisiones en el campo estético. Es una lucha en la que, me atrevo a sugerir, siempre saldrá perdiendo el que primero empiece.
   ¿Qué hay de los otros y de lo otro? De los góticos, me da relativamente igual. Con los pocos que conozco comparto bastantes gustos, pero no más que con aquellas personas a las que resulta imposible etiquetar. No me guío por eso a la hora de establecer comunicación con una persona, así qué cojones. Por el resto de cosas que, se supone, caracterizarían a un gótico, tampoco me importa en qué puntos coincido o dejo de coincidir. Escucho la música que me viene al punto en el momento en que quiero escucharla, ya sea Morente, Daft Punk, Within Temptation, Wagner, Radiohead o Pink Floyd. Hago las cosas que hago sin fijarme en si es propio de uno u otro estrato social, ya sea programar, ‘videojugar’, ver otra vez Pulp Fiction o comerme unas tostadas de mermelada de duraznos, canela y clavos.

   Éste es mi cáliz, decía Cristo. Éste es mi clip, digo yo. Uno de mis símbolos en estos días. Estoy transfiriendo datos para convertir mi protoencasillamiento goticista en símbolo de mis gustos, mis pensamientos, mis recuerdos, mis sentimientos y mi realidad. Sólo yo sabré desencriptar correcta y totalmente todo el significado de lo que estoy construyendo. Exportando lo que soy y lo que siento de esta manera puedo lidiar con una realidad material cada vez más cercana a mí, cada día más sincera, apologéticamente sincera. Ahora tengo razones para defender mi atuendo, mi estética, mi gusto material e ideal, antes, más allá de la libertad de expresión básica, no.

No mucho más que decir.

Éste es mi clip.

Comentarios

  1. Wooh que agradable sorpresa leerte :)

    Me ha encantado el primer párrafo... me da la sensación de que te ocurre como a mí, y vas por la vida con unas gafas especiales; donde hay una persona agachada recogiendo un objeto X que se le ha caído, veo una doncella agonizante por el dolor de su amado muerto en la guerra; en un bloque de pisos grande y viejo, veo el castillo de un noble escocés, con sus correspondientes secretos de alcoba; en la oscuridad, puedo ver cualquier cosa. El soñar despierto es una parte muy importante de mi vida, y creo que también de la tuya.

    Y mi cuarto... que te voy a decir, mola un huevo xD
    ¿Sabes? siempre que escribes algo tengo la sensación de que algo grande está gestándose... no sé si es el caso, pero al menos esto mola un montonazo :)
    ¿Qué ha cambiado? quiero decir, ¿porqué ahora tienes razones para defender lo que es tuyo y antes no?

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  2. Un conjunto de inetiquetados que se rigen por "Hago las cosas que hago sin fijarme en si es propio de uno u otro estrato social" termina en un grupo inetiquetable. Qué maldita adorable suerte habernos, haberos encontrado.

    Me gustan estas entradas, se parecen a las mías mejor redactadas, menos caóticas.

    Este es nuestro clip

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