Felicidad//Dolor

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Casa.

Piensas en un edificio, con sus puertas, ventanas, habitaciones y todas esas características que lo diferencian de un granero o un rascacielos o un silo nuclear.

Pero también piensas en TU casa. Y tan solo una parte infinitesimalmente pequeña del tiempo que pasas pensando en ella lo pierdes pensando verdaderamente en ella. Piensas en todo lo que representa para ti. Revives millones de pequeños recuerdos, fragmentos de la vida de un yo pasado que te dice qué hacer o no hacer o qué sentir. Ves el impacto que todos esos recuerdos y todos esos sentimientos tienen sobre ti y tu conducta actual y casi puedes sentir un escalofrío subiéndote por el espinazo.

Daría la mitad de mi vida por conocer la mitad de lo que sentís en estas situaciones. Somos animales costumbristas y simbólicos, ¡sin memoria no somos quienes somos! Perdemos todo rastro de identidad y queda detrás el cascarón de una máquina de entropía negativa. Pero, ¿qué seríamos si despojáramos de todos nuestros recuerdos de carga emocional? Poco más o menos lo mismo...


El sonido de unos tacones alejándose por el pasillo, el inextricable movimiento del polvo dorado en una columna de luz, la sacudida sensorial de un amanacer estrellándose sobre la ciudad, ¡nada de esto tiene precio! Podemos vivir y volver a vivir todos estos recuerdos, momentos y experiencias, pero jamás emular la carga emocional que ligamos a ellos con el tiempo. Y esto es algo que sobrepasa con creces los umbrales de la felicidad y el dolor...

Un día. Pasando cerca de unos columpios en un parque evoca y trae de vuelta recuerdos de una fragancia inimaginable, una felicidad éticamente incorrecta de lo grande que puede ser. La noche, la humedad postfluvial, chaquetones, columpios mojados. ¡TODO tan perfecto! Cada instante saboreando esos recuerdos parece añadir mil años de felicidad a la corta vida.

Otro día. Pasando cerca de unos columpios en un parque. La noche, la humedad postfluvial, chaquetones, columpios mojados. Pero, mi muy amigo mío, ya no es lo mismo. La noche emplomada ya no es lo mismo, ni la luna te sonríe ni las estrellas te abrazan ni las nubes te arropan. Todo está ahí, todos los elementos están dispuestos de la misma manera (aunque en otra ciudad). Y sin embargo la fuerza con que la decepción te golpea te deja sin resuello. ¡No ya dolor! Pero sí es la sombra de él la que hace que te lamentes, que te hagas preguntas, que te ralles, sí, para que finalmente te alejes lo suficiente de todo sentimiento originalmente ligado al recuerdo que todo se desvanece con un sueño y prosigues la caminata con una sombra pisándote las talones.


Y entonces uno cae en la cuenta. Todo esto, toda esta emoción contenido como en ámbar en estos recuerdos inmortales... somos nosotros.

Comentarios

  1. Está claro que estamos compuestos de nuestros propios recuerdos, tanto de los malos como de los buenos. Muy curiosa mezcla entre orgasmo cósmico y ralladas extrañas... :)

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