Canto de Prometeo [Secunda] - XVII

    La misma cafetería, el mismo día del mismo mes, no el mismo año. Los mechones oscuros de Luis se habían convertido en una fina melena gris. La suya propia había transmutado en una caótica masa entrecana. El café no estaba tan bueno.
    -¿Pero qué importancia tiene esto? -preguntó dejando la carpeta sobre la mesa y recogiendo el cigarro del cenicero-. Quiero decir, joder, es un ejercicio que te propusiste a ti mismo cuando no habías terminado la carrera aún. ¿Qué sentido tiene darle más vueltas? ¿Te ha vuelto a visitar en sueños como esa vez?
    -No, no me ha visitado otra vez, aunque visitar no es la palabra.
    -¿Hace cuánto, me has dicho?
    -Una semana -Luis asintió-. A ver -continuó tras una pausa de café y tostada-. La cosa está en que no tengo la menor idea de la importancia que puede tener, porque aún no lo he terminado. Lo importante no es cómo empezó, ha ido evolucionando poco a poco, eso es lo importante, en lo que se ha convertido ahora.
    -Pero me has dicho que eran solo unas cincuenta páginas. Eso no es nada, ¿no? -Luis bajó la mirada de nuevo a la carpeta que guardaba los pocos folios en que se había sintetizado los puntos más importantes del proyecto.
    -No, por supuesto que no es nada, por eso he estado esta semana trabajando.
    -¿Cuánto de lo que he leído viene del trabajo de esta semana?
    -Prácticamente todo.
    Luis se rascó la barba perfectamente afeitada, dio una última calada y aplastó con fuerza la colilla contra la cerámica.
    -Por mí perfecto. Pero sigue siendo muy poco. Si sigues así, llámame, digamos, el lunes catorce, ¿te viene bien? Genial. Veré lo que puedo hacer.

    Su ritmo de trabajo fue cada día más duro, se enfrascó en los detalles del proyecto como nunca antes había hecho por nada. La rutina básica seguía, impertubable, su curso, pero las muchísimas horas que le sobraban y se acumulaban por doquier las invertía con todas las energías disponibles al mismo y maravilloso fin.
    Las llamadas de Luis le permitieron afianzar su confianza. Pronto necesitaron recurrir al todopoderoso correo electrónico, por donde podía transmitirle las cada vez más grandes cantidades de datos que generaban sus programas. Para esas mismas fechas un año después ya estaba plenamente convencido de que el objetivo principal del proyecto sería resultado inevitable de todas las exploraciones. Sólo pasados dos años Luis advirtió el verdadero potencial de los teoremas y de los resultados. Más allá de todo pragmatismo, de las políticas de empresa o de la optimización de los productos, el asunto que estaban manejando comportaba, con mucho, cambios más drásticos de los ninguno de sus compañeros imaginaba.

Comentarios

  1. wowowo, qué bonito flashforward. Tú nunca aprenderás a escribir cosas con una cierta correlación temporal, ¿no?. Cómo te odio

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Sin comentarios, no sabré si lo has leído o no.
Igualmente, no sabré si te ha gustado o no.
Si te ha gustado y quieres más como esto, comenta en tal sentido.
Si te provoca ganas de vomitar y no quieres ver más como esto, ¡comenta en tal sentido!
Así que ya sabes, alza tu alarido:

Entradas populares