El Imperio de lo Normal

normal.
(Del lat. normālis).
1. adj. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural.
2. adj. Que sirve de norma o regla.
3. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.






    Salís un día normal a una calle normal de alguna de estas ciudades normales. ¿Qué veis? Gente normal. Un abuelo con su nieto, una madre con su hija, un obrero con su mono azul o un directivo con su uniforme. Todo dentro de lo normal. Pero si vemos un abuelo con un mono azul y corbata empujando el carricoche en que va un directivo con ropa de bebé, no nos parece normal... Pero claro, eso depende, porque somos, ciertamente, un poco distintos a los demás.
    Una pareja de lesbianas puede entrar, para nosotros, dentro de lo normal, pero no para el abuelo o para el directivo. Un señor con un pedazo de bandera rojinegra puede ser aceptable para el obrero y no para la madre.

    La palabra normal está dentro de una vorágine de subjetivismo y difusa terminología, pero incluso para esta palabra se pueden delimitar límites. Para entender lo normal hay que entender lo anormal, que es el origen de todo. La coherencia social, la identidad colectiva, marcan el ámbito dentro del cual tenemos que movernos, si nos salimos de ahí, somos anormales. La anormalidad es el cáncer verdadero de la sociedad. Una sociedad de asesinos y violadores puede ser estable, para ella el mal es el miembro que no comete crímenes. Las sociedades, aun cuando están al borde del colapso por culpa de una guerra o de una epidemia, necesitan de la cohesión, la unidad, a través de una identidad y la forma más fácil de demostrar que TÚ sigues esa coherencia es mediante tu aspecto y tus palabras y tus acciones. En sistemas más grandes como una ciudad acaba contando únicamente la imagen, porque el elemento con que te encuentres hoy no te reconocerá, tal vez, en lo que le queda de vida, aunque viváis en la misma ciudad.

    El diferente es el enemigo. El diferente quiere destruir la cohesión del grupo, quiere destruir todo lo que hemos construido. La paz social, la estabilidad, todo depende de que el diferente sea erradicado, se convierta a nuestros cánones o se vaya. Esto es así porque las sociedades pueden funcionar de miles o millones de formas diferentes, a muy variadas escalas, pero ante la aparición de elementos que no encajan en el sistema, el efecto es el mismo que si aparece un disidente dispuesto a bombardear la estabilidad. El que no encaja es un estorbo, es un potencial usuario de los beneficios de la sociedad y tal vez no contribuya con nada. Tal vez no quiera nada de la sociedad y contribuya como el que más, pero su capacidad de comunicarse con los demás tiende a cero. Aunque apenas nos comuniquemos con nadie, proporcionalmente, en una ciudad, el saber que hay alguien con quien no puedes comunicarte aunque quieras entorpece los procesos de estabilización de la sociedad.
    A donde quiero llegar es a que ese elemento extraño podría encajar en una sociedad conformada por el mismo tipo de elementos extraños, se crearía una normalidad desde esa extrañeza, pero ya habría dos sociedades distintas, no una. Una sociedad puede funcionar de muchísimas formas y a muchas escalas, pero no a varias a la vez. Con el tiempo, se ha ido haciendo posible la convivencia de lo normal a escala jiennense con la andaluza, con la española y la europea, por una sencilla razón, la definición de normal está convergiendo, nacional, internacional y ahora mundialmente. Los sonrientes padres, él con el cabello pulcramente recortado, la barba afeitada, musculoso y elegante; ella con la brillante melena, sin demasiado escote y algo bronceada. Los niños risueños de piel suave y ropita de moda... todos sonrientes.

    Cresta multicolor, chaqueta vaquera llena de remaches, clips, cadenas, chapas. Cinturón o riñonera o mochila atestada de adornos extravagantes y chocantes, pantalones de cuero ajustado, corsets, pulseras y collares de pinchos, maquillaje exagerado o nulo, piernas sin depilar, barbas juveniles, melenas varoniles, rapados femeninos... La lista de anormalidades, aunque sea tan solo en el aspecto estético, es bestial. Y prácticamente todas esas normalidades fueron norma en su tiempo. Que ya no normal, casi regla. ¿Qué rey medieval cortaría su melena? ¿Qué dama victoriana saldría de su hogar sin corset? Pero ahora los viejos miran con cara de asco todo esto, porque no es normal. No requiere más razones. La anormalidad, en sí, es razonamiento suficiente para odiar ese elemento extraño, porque las sociedades no se construyen alrededor de las diferencias entre sus componentes. Las sociedades se construyen alrededor de lo que les une, de la convergencia estética, política y de pensamiento. Porque, después, a la sociedad no le importa que unos cobren 800 y otros 7000, pero sí le importe que tanto unos como otros tengan los valores esteticos convergentes, así se fomenta la envidia, la promoción social, el impulso, el anhelo, pero ese es otro tema... Son las relaciones interpersonales las que sí se pueden construir alrededor de las diferencias, que es lo que separa a una persona del resto.
    Nuestro grupo, mismamente, es anormal, en la forma en que se concibe. No somos seis jóvenes que quedan para comprar botellas de ron y pillar un ciego en el ferial. Hemos construido un grupo alrededor de una circunstancia total y absolutamente atípica en gente de nuestra edad, región y tiempo. Y cada una de nuestras anormalidades nos hacen resaltar como estrellas en la noche, y eso nos gusta. A algunos nos gustaría separarnos de los normales e integrarnos en grupos anormales, integrarnos en una normalidad alternativa, freaky, heavy, gótica, la que sea. ¿No es lo mismo? Sí y no. Huir de unas reglas estéticas para adentrarnos en otras. Algunas más estrictas, otras más relativas, el caso es que siempre, siempre, entraremos dentro de un rango normal. Una enfermedad extraña, de las que afectan al 0.0001% de la población mundial, evolucionará en un paciente de una forma normal. Un grupo de diez personas totalmente aisladas del resto de la sociedad y con un lenguaje, estética y pensamiento completamente diferente, pueden relacionarse de forma proporcionalmente normal, normalidad relativa a su universo.

    Así que, ¿es cuestión de escalas? Podemos elegir entre ser góticos normales, freakys normales, anarquistas normales, españoles normales, marginados normales, hikikomoris normales... Sea como fuere, incluso los grupos más extraños y desorganizados y difusos son capaces de mirar mal al miembro extraño, que sale de lo normal.
    Existen poblados, tribus, provincias, regiones, reinos, extensiones con normalidades genéricas distintas de otras. Pero todos estos sistemas obedecen al mismo principio, al Imperio de lo Normal.

Comentarios

  1. Leí esto hace unos días, y llevo desde entonces pensando qué comentar, pero no puedo pensar nada apropiado. Chapó otra vez, señor. Quizá la guerra más ardua de ganar es la que mantenemos con nosotros mismos para ser felices en ésta nuestra anormalidad.

    ResponderEliminar
  2. Digo exáctamente lo mismo que Lina, me ha pasado igual. Véase mi entrada de Omeostasis (por cieto, escrita intencionadamente sin H, es un debate que tuvimos mi compañera y yo, lo digo porque gente como mi madre y guille me lo han comentado y x si vosotros lo veis raro)

    NACISTE GRANDE.

    ResponderEliminar
  3. Digo exáctamente lo mismo que Lina, me ha pasado igual. Véase mi entrada de Omeostasis (por cieto, escrita intencionadamente sin H, es un debate que tuvimos mi compañera y yo, lo digo porque gente como mi madre y guille me lo han comentado y x si vosotros lo veiais raro xD)

    NACISTE GRANDE.

    P.D: Me estoy corriendo a mares con mi carrera, es adorable en todos sus aspectos ya te contaré cosillas cuando estemos en granada, que mi profesor de sociología es para dedicarle días xDD

    ResponderEliminar
  4. Siempre tendemos a considerar lo familiar o cercano como lo bueno, lo "natural". Todo es cuestión de cuán abierta tengas la mente. Además, es imposible que alguién se separe totalmente de las normas de una sociedad. Puedes ser friki, o gótico, o masón, pero en primer lugar y como dices, estableces una nueva normalidad, y en segundo lugar en el fondo no creo que te separes del resto del entorno. Por decirlo de alguna forma puedes cambiar la tapadera, pero en el fondo seguirás llevando ropa interior como el resto, comerás basicamente lo mismo, tu forma de relacionarte y de expresarte tampoco cambia significativamente.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Sin comentarios, no sabré si lo has leído o no.
Igualmente, no sabré si te ha gustado o no.
Si te ha gustado y quieres más como esto, comenta en tal sentido.
Si te provoca ganas de vomitar y no quieres ver más como esto, ¡comenta en tal sentido!
Así que ya sabes, alza tu alarido:

Entradas populares