Canto de Prometeo - VII

    "Se levanta el día y recuerdo tus ojos, brillantes y cargados de deseo. Avanza el día y anhelo tus dedos, tus manos, tener tus manos entre las mías. Amanece la noche y su oscuridad y echo de menos la suavidad de tu pelo, el frío tacto de tu piel, el roce de tus labios.
    A todas horas.
    En la soledad acompañada de una cafetería, poco después de amanecer, mientras la ciudad y yo despertamos y la luz lo ahoga todo.
    En la compañía solitaria de las informales reuniones con la gentuza de estos lares, cuando cada sonido, cada imagen, me recuerda a ti como los truenos avisan de la tormenta.
    Sé que no te gustan estas ñoñerías xD, pero tenía que escribirlo sí o sí. ¿Cómo te va por allá? Aquí el calor ya cede y llega alguna tormenta. Odio las tormentas, lo sabes, pero casi lo agradeceré después de tanta luz, tanta tanta luz y calor y chicharras.
    En fin, sólo me queda algo por decir. Tienes que saber que, cuando selle y deje esta carta en el buzón, no dejaré de pensar en ti, seguiré deseándote y follándote mentalmente cada mañana, tarde y noche hasta que nos volvamos a ver. Escríbeme.

    P.D.: Escríbeme.
                                                                 Fdo.: Prometeo"

     Las tormentas pasaron pronto. Volvieron a subir las temperaturas y un viento seco azotó la ciudad de tal modo que parecía que fuesen a aparecer dunas espontáneamente en los rincones de las anchas avenidas. Aún el cielo aparecía limpio y el aire tórrido corría entre las calles solitarias cuando volvió a su nueva ciudad. Volvió antes que ella. Calculó los días que restaban para su llegada. Aprovecharía la soledad de esos primeros días para retomar los viejos hábitos y conocer a algunos de los recién llegados.

   

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